Los husitas y sus tácticas militares

Muerte de Jan Hus

A comienzos del siglo XV, las tierras de la reino de Bohemia estaban azotadas por una grave crisis con múltiples aristas: desde el punto de vista político la casa de Luxemburgo, que obstentaba la corona checa, había visto debilitada su posición internacional (Wenceslao IV fue privado de su dignidad de emperador del Sacro Imperio) y estaba enzarzada en disputas internas; en esos años la crisis económica y social fue empeorada por la peste recurrente y el incremento de la delincuencia y los desórdenes sociales, todo ello aderezado con un contexto religioso convulso, determinado por un rechazo cada vez mayor de la corrupción y el lujo de la Iglesia.
En este contexto, la aparición de la figura del predicador reformista Jan Hus supuso un salto cualitativo en ese creciente deseo de transformación y reforma espiritual y religiosa. Influído por los planteamientos del inglés John Wycliff, el movimiento de regeneración husita encontró su caldo de cultivo en el ambiente intelectual de la Universidad de Praga y que se extendió rápidamente entre la población checa en Bohemia  y Moravia. La minoría alemana permaneció mayoritariamente al margen, así como otros territorios de la corona de Bohemia como Silesia o Lusacia.
A partir de 1410, la concepción reformista de Hus recibió el espaldarazo del rey Wenceslao IV a la vez que comenzaba a nivel internacional una intensa campaña contra los husitas. Hus fue acusado ante la curia papal y finalmente el Concilio de Constanza declaró heréticas sus enseñanzas y lo condenó a muerte en 1415.





El rechazo a esta decisión derivó en una rebelión que fue conocida como movimiento husita o utraquista (por ser partidarios de la comunión bajo las dos especies, sub utraque specie). Su símbolo fue el cáliz, que presentaba el cambio litúrgico que preconizaban. Los husitas defendían también la expropiación de los bienes eclesiásticos, la eliminación del lujo y de los objetos de idolatría de las iglesias (estatuas, reliquias, etc.), supresión del clero regular, el rechazo de una iglesia interventora en la política y la erradicación de los pecados capitales.
La muerte de Wenceslao IV ayudó a incrementar la tensión que desembocó en la revuelta de Praga de 1419 en Praga, punto de inicio de la revolución husita que se prolongó a 1436. Los husitas, que se oponían al ascenso al trono de Segismundo de Luxemburgo, pronto tuvieron que enfrentarse al rechazo internacional que se manifestó en la organización de varias cruzadas contra la nueva herejía utraquista;  frente a ellas las diferentes corrientes husitas cerraron filas y unieron sus fuerzas. 

Carros husitas en la batalla

En los años siguientes los reformistas checos lograron sorprendentemente rechazar los ejércitos cruzados, que intentaron infructuosamente conquistar Praga. Vencieron a huestes superiores en número y experiencia. Aunque los husitas contaron con miembros de la baja nobleza  - la alta nobleza se mantuvo largo tiempo al margen - , la mayoría de los miembros de los ejércitos husitas eran en los inicios gentes sencillas del campo y la ciudad sin experiencia militar previa. Eso explica el predominio abrumador de la infantería que para hacer frente con eficacia a la caballería pesada y media enemiga optó por el uso original de los carros de combate. Los carros eran colocados a modo de muralla antes del ataque. El escudo defensivo era reforzado con combatientes entre y dentro de los carros, armados con alabardas, mayales, ballestas y armas de fuego de mano (pífanos), todo ello reforzado con pequeñas de artillería fácilmente móviles, que los husitas emplearon eficazmente en una época de infancia de esa arma.
Los utraquistas situaban sus carros unidos con cadenas y formando círculos o cuadrados, en zonas altas y fácilmente defendibles. Usaban la artillería, armas de fuego de mano y ballestas para frenar a la caballería, que al llegar a los carros tenía que enfrentarse a las alabardas. Una vez comenzaba el combate cuerpo a cuerpo usaban mazas, hachas de mango largo y los famosos mayales de armas. Si la formación de carros se mantenía unida era casi inexpugnable y la caballería se veía impotente.
En el desarrollo de esta táctica tuvo mucho que decir Jan Zizka (1360-1424), de origen noble y con gran experiencia militar. Su capacidad de improvisación le permitió lograr sonadas victorias, desarrollando también la táctica de guerrillas si era necesario. Hasta su muerte los éxitos husitas fueron incontestables.
A pesar de ello, el uso masivo de carros de combate tuvo sus inconvenientes. En marcha, la columna de carros era lenta y vulnerable y sus flancos tenían que ser protegidos por ballesteros y paveseros que usaban grandes escudos. Los ataques de la caballería ligera húngara fueron especialmente peligrosos para los carros en marcha, que podían tardar más de una hora en formar muralla. 
Las fuerzas husitas, dotadas de una fuerte disciplina y una sólida estructura organizativa fueron progresivamente profesionalizándose. De hecho, una vez acabada la rebelión, los guerreros checos fueron muy demandados en otros lugares de Europa por sus cualidades militares.

Guerreros husitas protegidos tras sus carros

El principio del fin de la rebelión checa llegó con la firma de los acuerdos de la Compactata en julio de 1436. Estos acuerdos supusieron un compromiso entre utraquistas moderados (conocidos como calicistas) y católicos. Este acercamiento fue rechazado de firme por los sectores radicales, los taboritas y la coalición bohemia-oriental y supuso la ruptura total del movimiento, que ya había dado ejemplos de división y enfrentamientos fratricidas (batalla de Lipany, 1434).

Guerreros taboritas

En estos vídeos podemos conocer los acontecimientos que rodearon dos de las batallas más significativas de la rebelión husita:
En el primero aparece el desarrollo de la batalla de Sudomer, en la que el caudillo husita Jan Zizka empleó los famosos carros de combate contra el ejército enemigo. Este enfrentamiento acaecido un 25 de marzo de 1420 fue una de las batallas iniciales de la rebelión checa y en ella los católicos fueron derrotados. Zizka apenas contaba con 400 hombres y 132 carros. Los hombres de Segismundo quedaron desconcertados ante la fortaleza de los carros frente la carga de caballería e intentaron un ataque a pie, siendo rechazados después de un duro combate. Esta victoria fue vital e infundió a los husitas el ánimo necesario para continuar su lucha.



En el segundo se desarrolla la batalla de la colina de Vitkov, junto a Praga. La ciudad estaba bajo control husita y cercada por los cruzados. La única vía de abastecimiento pasaba junto a la colina de Vitkov por lo que se edificaron para su defensa dos fortines de troncos rodeados de un foso y un muro bajo. Allí se desarrolló una batalla en la que los escasos defensores resistieron a los caballeros cruzados hasta que llegó la ayuda de la infantería de Zizka, que provocó el pánico y la huida de las fuerzas cruzadas.



Blog didáctico de Juan Carlos Doncel Domínguez (IES Norba Caesarina, Cáceres)